Me acabo de enterar de que la chica que trabajaba en mi casa, y se fugó a Lima, se ha robado (Entre otras cosas) mi polera de promoción.
Para mí esa polera no es una simple prenda de vestir. No es una polera cualquiera que vas y te la compras.
Para mí tiene un valor sentimental, como mi casaca y la blusa que mis amigos me firmaron el último día de colegio.
Pero hay que ser bien concha para llevarte algo así.
Quizás esta chica, Kelly, no tendrá la más remota idea de cuánto aprecio esa polera. Es uno de los distintivos de mi promoción, de el termino de una larga etapa en mi vida. Y aparte me queda bien.
Osea, no solo se lleva dinero, un celular que mi abuela (En su inocencia) le compró (Táctil 3G para colmo de males) y se fuga así como así a Lima (Ya merito, ya merito), sino que incluso me quiere arrebatar algo que para mí significa algo. Algo que me une a mi promoción, a ese grupo humano con el que conviví 11 años de mi vida.
Mis manos están frías y la cólera que siento tiene ganas de que cuando la vea a la muchacha, la agarre a puñetazos, algo de lo que soy muy capaz cuando se me provoca.
Lo que más me enoja es saber que la estirará, porque aunque la chica se mande de diva, la guata que se maneja no contribuye mucho.
Quiero mi polera, y así me cueste meses traerla hasta Lambayeque, no me iré a dormir tranquila sabiendo que esta muchacha la anda luciendo con toda ignorancia de su valor.
Ojalá la policía me dé razón.
Grenade Heart.
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