miércoles, 2 de agosto de 2017

Esto no tiene título.

No puedo creer que la conversación más existencialista la haya tenido con un gato hace media hora.
Literal pondré lo que le dije:
"Gato, tú y yo somos parecidos. Bueno, no tanto. Asumamos que compartimos algo en común, que nos cuestan las relaciones interpersonales. Ustedes gatos suelen ser pasionales, mientras que yo tengo problemas en el rubro de "no sabe cuando callarse". Parecidos, al fin y al cabo. Dime, gato, ¿Cómo hace esto que veas la vida?"
No pude seguir la conversación porque puso sus patitas en mi muslo y empezó como que a extender sus garritas, como si probara el material de mis shorts. Me hacía cosquillas.
No sé como verá la vida ese gato, no sé si para el es un reto constante querer entablar amistades, pero no saber cómo, excederte tratando de caerle bien a la gente, a veces hablar de más, terminar siendo un fastidio, sentirte apartada; y finalmente. incurrir a la única solución que te queda cuando te das cuenta de lo ridícula que te veías: Alejarte. Alejarte, porque todo eso te hacia daño y lo lógico es deshacerte de la fuente tóxica, te hacía vivir a expectativas que nadie puso sobre ti... Tantas cosas.
Hey, ¿y cuando logras hacer amigos?
Esto es lo que pasa: Nada.
Nada cambia.
Soledad sigue ahí, cada vez más omnipresente. Le encanta consumirme, ella me lo ha dado todo, y piensa que es justo que yo también me deje envolver en ella. A veces pienso que tiene razón.
A veces solo quiero que afloje un poco las cadenas que ella me ha puesto, con mi consentimiento, y me deje acariciar lo que es la dicha de sentirte querida por tus amistades.
Quisiera ser, bajo otro nombre, normal.
Pero supongo que eso es un privilegio que personas tan dañadas como yo no pueden tener. Pasan los años, y pasan los rostros; pero seguiré igual.

Grenade Heart