lunes, 26 de octubre de 2020

En octubre y noviembre (no) hay milagros

 Cuidar de mi salud mental en tiempos donde la economía familiar colectiva pesa más que la individual es mi axioma. Si veo algo que empieza a colocarse como un trigger para un bajón pues me alejo todo lo que puedo. Estoy en potestad de hacerlo.

Pero, algo que me dijo mi psiquiatra hace tiempo, es que no es bueno guardarse las cosas. No tengo detalles azarosos para esto, y es mejor ponerlo acá que en Twitter. Si bien allí es donde ventilo casi todos mis paradigmas, prefiero escribir esta entrada consciente que nadie, literal, nadie lee este blog. Prosigo.

Todo el que me conoce sabe que Green Day es uno de los pilares centrales de mi vida. Así tipo, parte de la esencia de mi persona. Sus canciones siguen marcando etapas en mi vida, sean puntos altos o bajos, buenos o malos. Versátiles para mi y para cómo me sienta. No pude verlos cuando llegaron al Perú la primera vez, y bueno, yo era una niña de 14 años, en provincia, clase media, y mi madre en la vida me dejaría ir sola a Lima, peor a un concierto. Es comprensible. Pero por eso no deja de "doler" en cierta forma ver como otros si disfrutaron esa experiencia. Es como si alguien agitara en tu cara eso que siempre has querido y aún te falta.

La segunda vez que vinieron el panorama era otro. Tenía 21 años y 100 soles en el bolsillo. Había aplicado la siguiente táctica: Tenía clases dos veces a la semana, o sea, semanalmente un presupuesto de 10 soles para movilizarme. 2 soles cuesta el colectivo de ida y vuelta, viaje rápido y cómodo. Yo opté viajar por 1 sol, a la espalda del chofer en una combi; tenía que salir de mi casa con más tiempo porque antes de la pandemia las combis se llenaban. LITERAL, LLENAS. Me ahorraba así algunos soles al final de la semana, esperaba juntar más hasta el día del concierto (hablamos de junio hasta noviembre) y así completaba una entrada en la sección más económica. No estaría en primera fila y la banda parecerían 3 oompa loompas tocando en un escenario, pero oye, estaría allí. Lo que me faltaba era la movilidad.

(Hago pausa para poner un playlist en YT, tener adblock es lo mejor para escuchar música así non-stop)

Mi plan pintaba sencillo, le explicaba a mi mamá que el dinero ya estaba listo para mi entrada, mi amigo Benja haría la transacción por Interbank (su descuento serio pues) y lo que me faltaba era unicamente un pasaje a Lima. Estaba dispuesta a ir en el bus express de Emtrafesa, esos que salen a cada hora pero con asiento tieso y que te dejaba la espalda molida, OIGAN, NO ME IMPORTABA NADA CON TAL DE IR AL CONCIERTO. Solo necesitaba el sí y ya. Era 2017, solo llevaba un curso, el curso que había jalado el año anterior y lo único que me privó de pasar a Clínicas.

"Consuelo, ya has desperdiciado dos años de la carrera, tú no te vas a ningún lado y menos a ver a esos"

Le expliqué. Que a mis 15 estaba sola, no tenía grupo, ni amigos como tales, no me sentía feliz, pero ellos no me soltaron. Ocuparon los mil vacíos que sentía. Me dijeron "Oe, no estés mal" con su música y aprendí lo que es saltar solo con una canción. Que estaba bien no ser como el resto. Que a la mierda todo, que bueno es ser tú y estar aquí. Que por favor entendiera. Que no le volvería a pedir nada más. Que tenía donde quedarme, podía movilizarme sola hasta el estadio, que estaría con personas de confianza. Que había esperado esto por años. La voz se me iba quebrando con cada justificación.

Nos dijimos más cosas que no quiero recordar por la manera en cómo me dolieron en su momento y me siguen doliendo. Cosas que nadie debería escuchar y hoy están enterradas en mi subconsciente. Lo que sí recuerdo es que estuvo a punto de llamarme un fracaso. Esa noche me dormí luego de llorar media hora sin parar, hasta tener la cara hinchada y ni una sola lágrima. Solo daba bocanadas de aire queriendo calmarme. Odiaba a mi mamá. No le hablé por meses, no soportaba estar con ella en la misma habitación. Me salí del grupo de WhatsApp donde había otros fans de Green Day, pero eso ya me daba lo mismo. Ya me había aburrido, pero ahora no dejaban de hablar de como ya tenían sus entradas y eso me ponía fatal.

Y la vida siguió. Días vinieron, días pasaron. Las miradas se hacían más pesadas, noviembre se hacía más insoportable. Y como al universo le encanta reírse de mi, movieron fechas a raíz de un partido de fútbol, y, por más que hubiera comprado entradas, el concierto coincidió con un examen de unidad. O sea, de todas maneras no hubiera podido ir. Cereza del pastel.

Qué jodida es la vida. 

Al día de hoy sigo escuchando conciertos por YT, me acuesto y cierro los ojos. Me imagino en primera fila, Billie agarrando mi mano y subiéndome al escenario. Tocar los famosos tres acordes, un sueño cumplido. Un gracias entre lágrimas. Gracias por decirme que mis imperfecciones y diferencias estaban bien. Que yo estaba bien. Soñar y YouTube siguen siendo gratis, 2 puntos para mi.

Esto ha servido. Me siento mejor, aún abrumada, pero ya puedo leer concentrada para mi clase de Medicina Interna. Quizás alejarme un tiempo y solo dedicarme a estudiar y seguir escribiendo esté bien. A veces solo me necesito a mi, la música y nadie más, total, siempre ha sido así.




Grenade Heart

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